miércoles, 28 de marzo de 2012

Adiós.

Me hubiese gustado decir que el cielo lloraba nuestra despedida y que la bruma existente era el reflejo de la tristeza que sentía el mundo por nuestro adiós, pero no podía. El clima allí había sido igual de lluvioso y nublado desde hacía un mes, quizá dos.
Quizá la tierra sentía cercana su marcha.
Quizá el aire notaba su despedida.
Sí, quizá sí. Pero yo sabía que no era así. Sabía que mi mente jugaba con aquellas circunstancias a su antojo y se imaginaba un mundo centrado tan solo en nosotros dos. Sin darme cuenta, fui centrando mi mente en la absurda idea de que cada atisbo de tristeza venía dado porque el mundo sentía nuestro dolor.

Lo vi alejarse mientras la lluvia y la niebla desdibujaban y emborronaban su figura hasta engullirla.
Me quedé allí de pie, sabiendo que se había llevado consigo una parte de mi que nunca regresaría. Sabiendo que jamas lo olvidaría.
No me di cuenta de que estaba llorando hasta que me escuché sollozar. La lluvia había disimulado mis lágrimas mezclándose con ellas. Y allí, entre sollozos, susurré lo que no me había atrevido a decirle. Lo que aun no había aceptado todavía: ''Te quiero''.

lunes, 19 de marzo de 2012

Adrenalina.

Y, de pronto, lo noté: adrenalina. Notaba cómo la euforia y el miedo me invadían al mismo tiempo. Cómo cada gramo de ese pequeño veneno se esparcía por cada una de mis venas, haciendo que todos mis sentidos se mantuvieran alerta. Oía mi propio corazón latiendo a ritmo acelerado, casi a destiempo.
Poco a poco, la paz y la tranquilidad se ocultaron tras un muro de excitación y alarma.

Acelerada. Me sentía acelerada. Sentía que nada podía sucederme en ese momento mágico, nada podía destruirme o herirme. Me sentía poderosa, desbordada por esa dulce ignorancia que te hace creer que tienes el mundo entero a tus pies. La absurda idea de ser inmortal llegó a mi mente por sorpresa. Me sentía tan bien, tan despreocupada y desvinculada de todo. TAN VIVA.
De repente comencé a reir a carcajadas, sin saber muy bien porqué.

Cómo añoro ese momento, ese veneno desplazándose por mis venas, mezclándose con cada gota de sangre y llegando hasta cada milímetro de mi cuerpo. Cada músculo y cada poro. Daría lo que fuese por volver a sentir aquel veneno, aquella adrenalina.