miércoles, 28 de marzo de 2012

Adiós.

Me hubiese gustado decir que el cielo lloraba nuestra despedida y que la bruma existente era el reflejo de la tristeza que sentía el mundo por nuestro adiós, pero no podía. El clima allí había sido igual de lluvioso y nublado desde hacía un mes, quizá dos.
Quizá la tierra sentía cercana su marcha.
Quizá el aire notaba su despedida.
Sí, quizá sí. Pero yo sabía que no era así. Sabía que mi mente jugaba con aquellas circunstancias a su antojo y se imaginaba un mundo centrado tan solo en nosotros dos. Sin darme cuenta, fui centrando mi mente en la absurda idea de que cada atisbo de tristeza venía dado porque el mundo sentía nuestro dolor.

Lo vi alejarse mientras la lluvia y la niebla desdibujaban y emborronaban su figura hasta engullirla.
Me quedé allí de pie, sabiendo que se había llevado consigo una parte de mi que nunca regresaría. Sabiendo que jamas lo olvidaría.
No me di cuenta de que estaba llorando hasta que me escuché sollozar. La lluvia había disimulado mis lágrimas mezclándose con ellas. Y allí, entre sollozos, susurré lo que no me había atrevido a decirle. Lo que aun no había aceptado todavía: ''Te quiero''.

No hay comentarios:

Publicar un comentario