jueves, 22 de diciembre de 2011

Buenos días.

'Buenos días', se dice a sí misma en un susurro mientras las lágrimas caen una tras otra en un baile salado a través de sus mejillas.
Aún no ha salido de la cama. Todavía sigue arropada. Y le grita, y ella le está gritando. Allí, enfrente suya. No sabe porqué, no entiende porqué. La ha arrancado del mundo de los sueños tan bruscamente que este se enreda con la realidad durante unos instantes, hasta que logra salir de su ensoñación y despertar por completo.
Sigue oyendo esos gritos dirigidos hacia ella, pero ahora se siente un poco mas fuerte y comienza también a gritar. Reprocha no sabe muy bien qué ni muy bien cómo, aun sigue algo aturdida. La discusión se agrava y cada vez se dicen más cosas que no querían decirse. Que no deberían decirse. Y, con la estocada final, ella se hecha a llorar. Juró que no lo haría. Se lo juró a sí misma, pero se da cuenta que no es tan fuerte y la rabia la inunda mientras el llanto no cesa.
Huye. Huye a su lugar preferido. A su pequeño remanso de paz. Se relaja. Respira hondo y observa los pájaros. Los envidia. Envidia su libertad, su capacidad para emprender el vuelo y alejarse de todo.
Y, mientras está en ese sitio, su sitio, mirando aquellos pájaros, sintiendo como el sol va secando sus lágrimas y la brisa se lleva lejos sus recuerdos, se detiene y se dice a sí misma: 'buenos días'.

martes, 20 de diciembre de 2011

Perdida.



Se pregunta dónde está. ¿Qué hace con su vida?¿Qué le falta y qué hecha de menos?.
Observa la mesa que tiene en frente. Los botellines de cerveza se amontonan sobre ella. Quizá sean demasiados pero, ¿qué más da?.
Levanta la vista y un pequeño mareo se cuela en su realidad. Recorre el bar con la mirada mientras intenta recordar cómo ha llegado hasta allí. Observa a la gente: rostros sin rasgos, miradas vacías, sonrisas lobunas y lágrimas ahogadas en grandes dosis de alcohol.
Vuelve a su realidad y observa la cerveza que sostiene entre sus manos. Una tímida lágrima rueda por su mejilla y vuelve a sentirlo. Ese vacío, su vacío, con el que se ha acostumbrado a vivir, aunque la consume por dentro. Y siente agonía y se retuerce en silencio mientras hace señas para pedir la que será su quinta cerveza.
Intenta olvidar, solo eso, alejarse de su realidad. Su realidad... demasiado fácil, demasiado perfecta, sin altibajos. Su monótona realidad.
Otra punzada y el vacío que crece, se extiende y la va consumiendo en soplos de tristeza, melancolía y olvido.
Se detiene a pensar: ¿cómo deshacerse de él?¿cómo detenerlo?. No encuentra la respuesta. La busca con más fuerza, con todas sus fuerzas, pero no encuentra la solución.
Bebe el último sorbo de esa quinta cerveza y deja de pensar. Se olvida de todo y todos. Se abandona a la imaginación y vuela. Vuela lejos, muy lejos.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Se marchó.

Se marchó. Ella huía. Huía de la monotonía, de la misma gente, los mismos rostros. Huía de las mismas historias, los mismos cuentos. Huía para dejar atrás sus miedos, sus temores, sus recuerdos y sus penas. Ella huía de todo y de todos.
Quería volver a empezar. Encontrarse a sí misma, buscar su lugar en el mundo. Afrontar nuevos retos, vivir nuevas experiencias. Quería reír, llorar, gritar, correr. Quería morir de placer con cada beso concedido, derretirse con cada caricia recibida. Empezar de nuevo, empezar de cero. 
Deseaba abandonarse, dejarse llevar por el primero que le tendiese la mano y le ofreciese una sonrisa de ojos brillantes repletos de nuevas promesas.
Deseaba volar, dejar de sentirse perdida en su mundo y perderse en su nueva realidad.
Huyó de todo. Huyó de sí misma y de su mundo.
Huyó, se marchó en busca de nuevos horizontes que recorrer con sus gastadas botas.

jueves, 30 de junio de 2011

Bajo la luna.

Y allí, bajo aquella brillante luna de destellos plateados, él pudo observar su cuerpo. La delicadeza de aquellas curvas. La suavidad de aquella piel. Una piel casi tan pálida como la luna que juntos observaban. Una piel surcada de pequeños lunares estratégicamente colocados para incitar el deseo.
Y, mientras ella observaba su reacción con cierto temor en la mirada y esperando una respuesta, él se imaginó acariciando aquella delicada piel. Imaginando cómo se erizaba con cada caricia, con cada beso.
Y solo entonces supo que no quería nada más. Que no necesitaba nada más. Que no la dejaría marchar.

martes, 17 de mayo de 2011

En paz.

Pero ya no sentía miedo. Lloraba, sí, pero no sentía miedo alguno. Sabía perfectamente que iba a morir, sí, pero no sentía miedo. Se sentía en paz consigo misma. Y la paz era cada vez más palpable, cada vez mas fuerte. Se apoderaba de ella sin siquiera pedir permiso, pero ella tampoco ofrecía resistencia alguna. Simplemente se dejó inundar por aquella sensación de tranquilidad.
Y, de pronto, el sonido del disparo. La certeza de su muerte. Y la breve visión de aquella bala disparada con odio. Después el impacto y luego... la nada. Oscuridad. Pero no le importó. Dejaba todo atrás, sí, pero se sentía  en paz consigo misma, en paz con el mundo.