lunes, 19 de marzo de 2012

Adrenalina.

Y, de pronto, lo noté: adrenalina. Notaba cómo la euforia y el miedo me invadían al mismo tiempo. Cómo cada gramo de ese pequeño veneno se esparcía por cada una de mis venas, haciendo que todos mis sentidos se mantuvieran alerta. Oía mi propio corazón latiendo a ritmo acelerado, casi a destiempo.
Poco a poco, la paz y la tranquilidad se ocultaron tras un muro de excitación y alarma.

Acelerada. Me sentía acelerada. Sentía que nada podía sucederme en ese momento mágico, nada podía destruirme o herirme. Me sentía poderosa, desbordada por esa dulce ignorancia que te hace creer que tienes el mundo entero a tus pies. La absurda idea de ser inmortal llegó a mi mente por sorpresa. Me sentía tan bien, tan despreocupada y desvinculada de todo. TAN VIVA.
De repente comencé a reir a carcajadas, sin saber muy bien porqué.

Cómo añoro ese momento, ese veneno desplazándose por mis venas, mezclándose con cada gota de sangre y llegando hasta cada milímetro de mi cuerpo. Cada músculo y cada poro. Daría lo que fuese por volver a sentir aquel veneno, aquella adrenalina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario